Cuando Rita la invitó a la milonga dudó, hacía tanto que no bailaba, amurada a un recuerdo las canas le habían poblado su tristeza. Los años de un amor vencido, el plazo fijo había expirado aunque se encontrara varada en esa esquina.
Tanto insistió su amiga que ya sin opción del no, y a pesar de sentirse desanimada, aceptó. Claro corrió a la peluquería donde los grises se transformaron en castaños, sus uñas volvieron al carmín de antaño.
La pollera negra y la blusa blanca, se miró en el espejo, faltaba algo, buscó en el cajón de los recuerdos el pañuelo negro con hebras plateadas, lo ató alrededor del cuello, había sido su cábala en otros tiempos.
En la casa anunció que salía con Rita, ante el expire no había porque mentir.
Le sudaban las manos cuando llegó a la casa de la amiga. Allí su vara mágica hizo cambios increíbles en el maquillaje.
Y así, una hora más tarde entraron a la milonga, ella avergonzada... a su edad estar en ese lugar... y por otra parte emocionada como veinte años atrás.
Arrancó la orquesta. Ya no sabía de orquestas, quiénes serían estos jóvenes que movían los pies en cada acorde.
Observó todo, cuántos turistas, -es que vienen para que el Maestro les enseñe, toman tres clases y salen bailando tango- le comentó su compañera.
-Y ella para qué fue, ella sabía bailar, había lustrado tanto piso, claro ya no lo hacía, pero sabía bailar- se dijo para sí.
De pronto se hizo silencio, en el pequeño escenario apareció el Maestro entre aplausos y presentación.
-No era posible, no era posible- se repetía... veinte años, volvieron en ese instante.
El viejo salón, la lejanía, las sábanas púrpuras flotando una noche entre amor y deseo, la despedida . Sabía que estaba colorada, le ardían las mejillas.
Desde su altura él la vio, bajó del escenario y casi en un susurro de años le dijo-¿Bailamos?
No pudo negarse.
Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, pero esa noche ella decidió apostar a otra noche inolvidable.
Elisabet Cincotta
derechos de autor reservados
Tanto insistió su amiga que ya sin opción del no, y a pesar de sentirse desanimada, aceptó. Claro corrió a la peluquería donde los grises se transformaron en castaños, sus uñas volvieron al carmín de antaño.
La pollera negra y la blusa blanca, se miró en el espejo, faltaba algo, buscó en el cajón de los recuerdos el pañuelo negro con hebras plateadas, lo ató alrededor del cuello, había sido su cábala en otros tiempos.
En la casa anunció que salía con Rita, ante el expire no había porque mentir.
Le sudaban las manos cuando llegó a la casa de la amiga. Allí su vara mágica hizo cambios increíbles en el maquillaje.
Y así, una hora más tarde entraron a la milonga, ella avergonzada... a su edad estar en ese lugar... y por otra parte emocionada como veinte años atrás.
Arrancó la orquesta. Ya no sabía de orquestas, quiénes serían estos jóvenes que movían los pies en cada acorde.
Observó todo, cuántos turistas, -es que vienen para que el Maestro les enseñe, toman tres clases y salen bailando tango- le comentó su compañera.
-Y ella para qué fue, ella sabía bailar, había lustrado tanto piso, claro ya no lo hacía, pero sabía bailar- se dijo para sí.
De pronto se hizo silencio, en el pequeño escenario apareció el Maestro entre aplausos y presentación.
-No era posible, no era posible- se repetía... veinte años, volvieron en ese instante.
El viejo salón, la lejanía, las sábanas púrpuras flotando una noche entre amor y deseo, la despedida . Sabía que estaba colorada, le ardían las mejillas.
Desde su altura él la vio, bajó del escenario y casi en un susurro de años le dijo-¿Bailamos?
No pudo negarse.
Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, pero esa noche ella decidió apostar a otra noche inolvidable.
Elisabet Cincotta
derechos de autor reservados
6 comentarios:
Hola.
Te quiero agradecer tu comentario elogioso de un texto que publiqué en el blog de mi hermano, “El Tiempo Esférico”.
Tengo también un blog donde publico historias y fotos.
hectorboetto.blogspot.com
Seguiré leyendo el tuyo, que me gusta.
Saludos. Héctor.
Héctor:Visité tus blogs, no tengo cómo hacerte llegar un mensaje allí.
Tus trabajos son magníficos, sucumbiría a algunas de tus joyas si estuvieses cerca.
Los relatos de viaje insuperables. Cono cer a tus hijos es sentir la ternura de un padre.
Abrazos
Elisabet
Hola Elisabet:
Muchisimas gracias por tus comentarios.Como dicen en francés,´ça fait chaud au coeur,es decír,da calor al corazón,de forma literal.Dentro de no mucho estaré por Buenos Aires.
Te dejo un mail por si querés comunicar más facilmente:
boettoh@gmail.com
Un abrazo.Héctor
Los encuentros suelen tener sorpresas, no?, como en tu cuento, y las segundas partes no siempre conducen al fracaso o a la ciénaga de una tristeza. Cuando las cosas aparecen y no traen túnica de fantasmas confundiéndoles la "facha", el corazón es quien gana. Muy bueno Elisa.
Elisa, bella página llena de poesía y sentimiento, disculpa mi retraso...siempre es un placer volver, intentaré hacerlo más a menudo.
Erika
Elisa querida, a vibrar, vale la segunda, la tercera, la cuarta- ¿Cómo no!, amiga y en milonga. Besos, Julita
http://Juliesusfotosyescritos.blogspot.com
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